De mi amor por México...
Mientras me siento a escribir esta entrada, me repito una y otra vez que debo mantenerla resumida. Este fue uno de los primeros temas que agregué a la lista de lo que quería escribir pero he temido hacerla porque no sabía cómo iba a poder reducir en palabras tanto sentir. Pero aquí vamos…
Hoy que vivo en Irlanda, mis compañeros de trabajo tienen problemas en definir mi nacionalidad, no saben realmente si soy colombiana o mexicana. Muchos de ellos se confunden porque México es el único país de Latinoamérica que conocen (desafortunadamente aún existe mucha ignorancia sobre nuestra región), y para otros su confusión se debe a que habló con mucho cariño y casi con la misma frecuencia de los dos países. Y qué puedo decir? No es algo que oculte, soy completamente colombiana, de pasaporte y corazón, pero México me enamoró, de una y mil maneras, y orgullosamente hablo de mi paso por ese mágico lugar al que volveré siempre que pueda.
Entonces, qué protagoniza mi sentir por esas tierras?
1. Su gente: Durante mis primeros 21 años de vida, México nunca fue un lugar que quisiera conocer. Para mí era famoso por sus novelas, los tacos, el tequila, Vicente y Alejandro Fernández. Sabía que tenía playas bonitas, pero también Aruba las tiene, así que realmente no le presté mucho interés. Sin embargo, en 2014, emprendí mi aventura por tierras Bávaras en Alemania, y allí conocí a un hombre (por supuesto tenía que ser un hombre) que cambiaría mis planes. Historias más, historias menos, unos años años después decidí mudarme a México. Ese hombre ya no era parte de mi vida pero yo ya tenía el interés por ese país, y la gente que conocí en el camino lo cambió todo.
Si, los mexicanos son gente muy amigable, sociable, amable, alegre, llena de cultura y orgullosa de la misma, pero lo que realmente quiero resaltar en esta parte es MI gente. Cuando recién me mudé a México, viví con una muy gran mujer de Tampico que alegró mis días con su amistad y mis noches con su amor por el mezcal: si alguna vez se lo preguntó, ella es la real responsable de mi obsesión. Su novio era un fotógrafo amante del café con el que tuve peleas acalorada por culpa de Rappi en Oaxaca y por mi gusto por el café instantáneo. Estudié mi especialización (Especialidad, para los méxicanos) con gente de toda la república y ellos me introdujeron a esta cultura donde está bien empezar la fiesta desde el miércoles (si, los mexicanos son MUY fiesteros, algo más que los colombianos he de decir).
Y luego decidí cambiarme de trabajo, y allí mi corazón terminó de confirmar su amor por este país. Me enamoré perdidamente de un hombre maravilloso y su hermosa familia, viví la cultura familiar mexicana de primera mano: comí hasta vomitar platos cuyos ingredientes tenían mucho picante y muchos ingredientes que no se podían pronunciar. Además de ese hombre, conocí a mi otra mitad, mi compañero de vida (no amigos, su otra mitad no es su pareja, su otra mitad es su mejor amigo gay que todo lo entiende y todo lo sabe, o bueno, al menos para mi lo es). Con ellos y un grupo más que incluía un regio que no se calla, un diseñador daltónico, una mujer “malhumorada” y amor por raros géneros musicales no entiendo pero quiero profundamente, una mujer de pelo corto (y preferencias sexuales castigadas por Dios) enamorada de su precioso perro, un dj muy creativo y amante de las plantas (aja), y una venezolana de admirar, formé mi familia lejos de casa. Esa familia y muchas personas más que hicieron parte de esta aventura son sin duda lo que más quiero de México, son nuestros recuerdos lo que más atesoro.
Quizá me desvié un poco del tema pero el punto es que México es ese país donde haces una familia lejos de casa, porque su gente te enamora, te hace parte y te hace sentir que perteneces y son en esos lugares donde nos quedamos para siempre.
2. Su comida: Dudé mucho en si debía poner la comida primero pero dado que causó mis problemas de colón, ha sido relegada al segundo lugar. Siempre que pienso en sus deliciosos tacos de pastor o de barbacoa, me acuerdo de mi amiga colombiana Laura Martinez, esa mujer saborea esos tacos como si fueran un manjar de dioses, y es que en verdad lo son. El mole (porque un hombre no es lo único que me gusta de Puebla), los esquites, las tostadas de atún, todos menos el aguachile (porque pica un chingo, es decir, demasiado nivel infernal).
Nada como unos esquites en San Miguel
3. Sus paisajes: Si hubo algo que disfruté de mis años en México fue viajar, es un país que tiene maravillas por descubrir, desde sus pueblos mágicos que en verdad son mágicos como San Cristóbal de las Casas en Chiapas o el famosísimo Tulum, o el bello San Miguel de Allende, hasta sus principales ciudades que conservan lo mejor de su historia como Oaxaca, Guadalajara, Guanajuato, Puebla, y la misma Ciudad de México. Hay tanta historia y naturaleza que toma años descubrir, adentrarse en la selva para ver las pirámides y los cenotes, ver cascadas, volcanes, represas, playas vírgenes, y mucho pero mucho maíz y agave.
Hierve el agua, Oaxaca
4. Su cultura: sus colores, sus tejidos, sus olores, sus artesanías, sus diseños, su comida (de nuevo), sus tradiciones, su sentido de pertenencia… el amor de los mexicanos por su cultura no se compara, y cómo podría hacerlo si sus tradiciones las llevan a flor de piel. Un viaje en México puede no ser costoso por el vuelo o la estadía pero empieza a serlo cuando quiere llevarse cada taza, camisa, centro de mesa. Sus diseños no sólo decoran cualquier espacio mas transmiten la riqueza de su pueblo.
5. Su mezcal: Por supuesto no podía terminar este capítulo sin uno de mis mayores amores. No, no soy alcohólica, pero si lo fuera esta sería mi adicción. Puedo contarles mucho de él pero realmente lo que más me gusta no es su olor a madera ni su fuerte sabor, lo que más me gusta es que sabe a recuerdos, yo tomo mi trago de mezcal y un millón de aventuras pasan por mi cabeza, hasta cosas que ni creía o quería recordar.
Martina con M de Mezcal, ambos con M de Muero de amor.
Soy colombiana de cuna, de piel, pestañas, cejas y alma, pero México siempre será mi segundo hogar, y si usted no ha tenido la oportunidad de visitarlo, tome mi consejo y hágalo de una vez, mucho se pierde y nada se ahorra.